Feliz cumpleaños Augusto, no tuve otra frase que decir delante de él; aquella cara demacrada y sola, despeinado, débil en una cama, no teniendo otro consuelo que solo recibir frases de tarjetas cumpleañeras en el día de su cumpleaños, sabiendo que no tendrá salvación luego de nada para tratar de aliviar su pena y su estado desahuciado. Todos le sonreímos para joderle más su estado anímico, todos somos buitres este día, nos mira, nos sonríe y trata de decirnos cualquier frase acorde, pero le detuvimos para que su esfuerzo no perjudique su condición, nos sonríe agradecido mostrándonos sus dientes amarillos y sarrosos, compartiendo su aliento putrefacto de frutas y antibióticos; este piso no tiene ventilación, las paredes están raídas a causa de la humedad, paredes verde claro con grandes motas de vinagre en todas partes; estoy harto de verlo ahí exhibido en un escenario deshumano, porqué vinimos, porqué no terminamos rápido esta visita y no regresamos nunca otra vez y él, por qué, no se fue cuando tuvo la oportunidad de irse con mejor semblante que ahora; está y no, su condición es difícil de percibir; marcando mejor sus arrugas del rostro, sonriendo nos saca la lengua, su mejor mueca. Bocaditos, cerveza, tanta infección en un día; porqué Darío, Ernesto, Antonio y Gerardo, tuvimos que venir sabiendo que él nos esperaría complacido, no debimos haber venido, ni pensarlo, y nada tiene reparo ahora, no somos actores, pero desempeñamos nuestros roles tragicómicos de manera brillante, escucho los aplausos tras la ventana y la puerta, entusiasmados, y más allá los abucheos de nuestros queridos detractores, a todos gracias por asistir a nuestra muestra. ¡Los amamos a todos! No hubiera sido posible sin la imprescindible dirección de nuestro querido director Augusto, a él le debemos todo nuestro reconocimiento, sí a él los aplausos calurosos; no había nada que no hubiese planeado antes, no necesitó decir algo para que se realice cualquier cosa, su mirada, sus posturas, su actitud, fue algo que nos enseñó a aprender y a descifrar porque permanecía muy reservado, no sabíamos si lo que se hacía era porque nosotros queríamos realmente o porque él lo quería, siempre hubo esa ambigüedad. Su cabello de medio tamaño, grasoso, perfila en él un estilo de desbaratado, saludando a todos con una sonrisa putrefacta. Hemos crecido con él, ¿Cuántos años cumple? ¿Cuántas enamoradas tuvo? ¿Cuántas veces nos embriagamos juntos? No lo sabemos y estamos mirándolo como si lo conociésemos, sonriéndole y loando nuestras aventuras comunes, nos sonríe de la mejor manera posible, teniendo que soportar a extraños conocidos, en una etapa que no quisiera revivir jamás, que ahora lo tiene postrado y babeante, abandonado. Estamos esperando el término de la hora de visita, cautelosos de no desarrollar una alegría aliviadora en nuestros rostros, no reparamos vergüenza alguna de nuestro comportamiento, pero yo no soporto más todo esto como al igual los demás y el mismo Augusto ha percibido la incomodidad y nos mira sin más remedio que esperar el momento para decirnos hasta pronto, porque decir otras cosas sería impropio para todos en un día como hoy que cumple años. Hasta pronto. Dijimos.
A la semana siguiente enterraron a Augusto en un cementerio alejado de la ciudad, sin muchas pompas ni mucha gente. Nadie lloró, los pocos que estuvieron siguieron el cortejo fúnebre sin lágrima alguna o congoja, todo se realizó en una absoluta tranquilidad, no había ningún familiar y todas aquellas personas que desconocía (me dijeron luego) que habían sido contratadas por la funeraria, no supe por qué, pero quizá también lo entendía. No vinieron Ernesto, Darío y Gerardo, a mí me llegó una tarjeta, por decirlo así, que era manuscrita con la dirección del cementerio con la fecha y hora. Un hombre con un sobretodo, por la mañana vino para dejarme un papel dentro de un sobre, identificándose como empleado de la funeraria, no dijo nada más y se marchó. Había mucho sol y el calor fue intenso, sofocante, nada propicio para un entierro, pero todo se realizó rápido, metieron el ataúd al nicho y lo sellaron sin demora, la gente se dispersó por las galerías más próximas al sellarse, nadie dijo nada y no volvieron el rostro por última vez, el maestro terminaba su trabajo en el nicho, y cuando no hubo más que hacer, se retiró silencioso, llevándose sus instrumentos y escalera. Me encontraba en un lugar lejano, silencioso, y corría fuerte viento. Este cementerio, esta galería, y la tapa del nicho, todo en un lugar preciso, y dispuesto para que nadie llegara a visitarlo, y si llegasen, no encontrarían en la galería el lugar porque no tenía su nombre ni nada que dijera que él fuese enterrado.
A la semana siguiente enterraron a Augusto en un cementerio alejado de la ciudad, sin muchas pompas ni mucha gente. Nadie lloró, los pocos que estuvieron siguieron el cortejo fúnebre sin lágrima alguna o congoja, todo se realizó en una absoluta tranquilidad, no había ningún familiar y todas aquellas personas que desconocía (me dijeron luego) que habían sido contratadas por la funeraria, no supe por qué, pero quizá también lo entendía. No vinieron Ernesto, Darío y Gerardo, a mí me llegó una tarjeta, por decirlo así, que era manuscrita con la dirección del cementerio con la fecha y hora. Un hombre con un sobretodo, por la mañana vino para dejarme un papel dentro de un sobre, identificándose como empleado de la funeraria, no dijo nada más y se marchó. Había mucho sol y el calor fue intenso, sofocante, nada propicio para un entierro, pero todo se realizó rápido, metieron el ataúd al nicho y lo sellaron sin demora, la gente se dispersó por las galerías más próximas al sellarse, nadie dijo nada y no volvieron el rostro por última vez, el maestro terminaba su trabajo en el nicho, y cuando no hubo más que hacer, se retiró silencioso, llevándose sus instrumentos y escalera. Me encontraba en un lugar lejano, silencioso, y corría fuerte viento. Este cementerio, esta galería, y la tapa del nicho, todo en un lugar preciso, y dispuesto para que nadie llegara a visitarlo, y si llegasen, no encontrarían en la galería el lugar porque no tenía su nombre ni nada que dijera que él fuese enterrado.
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