sábado, 14 de enero de 2012

23:45





22.09.2011, 23:45 

YANNELLA 22.
ESBELTA. QUEBRADITA.
953554641.

El anuncio en la página me cautivo y nació repente esa necesidad de llamar. Las noticias no tenían importancia, el periódico solo valía por el dato del anuncio, pude evitarlo y así también no. Falsamente me dejé llevar y fascinarme con los policiales, con la página cultural, y por último las caricaturas. Completé el crucigrama sin importar el tiempo.

El primer intento de llamar fue de mi celular y la primera negativa fue no tener salida. Entonces dejé de pensar por un rato en el número y di marcha por la Bolivar, de arriba abajo, pasando por una zona en penumbras donde ya estaban establecidos como retama homosexuales que desde las paredes extendían sus brazos,  hacían ademanes diciendo en un tono forzado de suave voz «ven papi»; la tolerancia me ha enseñado a solo pensar en darle de golpes, pensar, eso,  maquinar toda malicia de mi fuero en ese verbo. Pendejos escualos, pensé.

Confundido no di marcha atrás por la senda que tenía por delante, no tenía rumbo fijo, no tenía tampoco duda de seguir. Los últimos diálogos de una novela giraban por encima de la cabeza, y ello no dejaban espacio para sentir la tranquilidad.

Caminar, mirar, huir, tenía el periódico bajo el brazo y las manos en los bolsillos de la chaqueta. La pregunta secreta era, por dónde podría estar. 95355464...  la serie numérica y esa posibilidad de concretar un suceso extraño. Alguien desconocido que te ofrece compañía. No está mal, pensé.

Aló (risa).
Hola, Yannella.
Sí, ¿Y tu cómo te llamas?
Alberto, disculpa, pero ¿Tendrás tiempo?
De qué te disculpas, no tienes por qué, y sí, si tengo tiempo dime tú
a qué hora y ahí te veo.
uhmn, te parece bien dentro de un par de horas, como a medianoche...
Uy tan tarde, pero qué andarás haciendo, está bien.
Entonces te veo, aunque no sé en dónde.
Mira te parece en un pub.
Sí, está bien, cuál.
En el Náutica, te espero, entrando a mano derecha la tercera mesa.
Estaré sin falta.

Si caminar y caminar me da una señal para terminar ese complejo mundo narrativo, asociarlo a ese número, a ese nombre, No tengo idea con quien pueda encontrarme, quizá el destino y la razón me presenten a una contemporánea de mi abuelita en un pub, lo que te depara el destino y la necesidad de morbo. La necesidad no tiene miramientos. Pero mi soledad es buena compañera, casi.

Estaba sentado en una de las bancas que rodea la pileta ornamental,  en el Paseo Cívico, no corría agua a esa hora, Ojeé  el reloj, y faltaba cerca de una hora para la cita. Desenrollé el diario y volví a ojear, su actitud denostaba nerviosismo, nadie le creería que leía el diario en una zona algo en penumbras; levantó la mirada al cielo para corroborar que el cielo se mantenía despejado, pero ya estaba cubierto de nubes que no le permitían ver alguna estrella. Alrededor paseaban jóvenes, detuvo la mirada en la copa de las palmeras tratando de penetrar en el follaje y ver sus habitantes que como él también se valen del medio para pasar desapercibido. Los roedores con sigilo se escabullían por las ramas y hojas, generando su paso un ligero movimiento, oculto para la noche. Alberto abrió nuevamente el diario, en la página donde aparecía el número de la persona con la que tenía una cita. Repitió lentamente hasta ser un deletreo del nombre Yannella, quedó un instante abstraído y continuó en esa normalidad. Una gota desconocida y solitaria humedeció en un punto la hoja que estaba mirando. Fugazmente pensó si llovería, todo parecía decirlo, pero no cayó nada.

Hasta aquí, queda la transcripción fiel e inconclusa, de una grabación que sobrevivió la aventura y desorden mental de un hombre que grabó cada paso, de unas cuantas horas, el reflejo de su perturbada ansiedad.

Alberto Emmanuel Rios Pratt, edad 32, con estudios superiores inconclusos, cursó sociología. El día veintidós del mes de setiembre de dos mil once, salió a dar un paseo por la noche, compró un diario y se citó con una mujer llamada Yannella, su nombre real es Lilian Zapata Ruiz, edad 30, soltera, sin hijos.  A ambos los encontraron muertos.

Alberto estaba tendido boca abajo, en un charco de agua, tenía la  camisa afuera,  el pantalón roto,  había sido estrangulado. Fue encontrado a las dos con quince de la madrugada por un vigilante de la cuadra, por Arias Aragües con la calle Tacna. Lilian fue encontrada tendida, boca abajo, en al lado de un árbol, en el jardín de la alameda de la av. Leguía con la calle Deustua, a las tres con cuarenta y cinco de la madrugada por un ebrio que tropezó con ella. También había sido estrangulada.

Según el mozo del pub Náutica, ambos se encontraron y bebieron una jarra de ron con coca, que dejaron sin terminar, para retirarse juntos. Cuadra más abajo se detuvieron para comer una hamburguesa que ella pidió, la señora que los atendió dijo que parecían ser amigos, porque trataban temas comunes, refirió. Nadie más los vio después.

Alberto es un tipo social pero de pocos amigos, en su trabajo dicen que participaba muy poco de las reuniones, mas nunca se perdía las reuniones deportivas, pero no jugaba. Jamás mencionó el nombre de Yannella, o Lilian. No tiene afición por la escritura y era mucho de leer comic's, y revistas de farándula.

Sobre Yannella o Lilian no se sabe nada, ninguna de las vecinas quiso dar información de carácter personal. Vivía en un hostal ubicado en otro distrito de donde la encontraron.

Alberto y Lilian, suman el primer caso de homicidio sin rastros o huellas que indiquen a alguien a quién señalar. 



                                           © Augusto Aníbal Toledo


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