UN DOMINGO SIN MÁS

La alarma me despertó, sin necesidad. Estaba algo desorientado, no tenía pensando qué realizar para entonces. La imposibilidad de conciliar el sueño fue el primero de los motivos por lo que tenía que levantarme. Las rutinas elementales son un comodín. Fui en dirección a la cocina, cogí un vaso, busqué el yogurt. Después seguí la senda planteada. Tomé un libro. Pasé algunas horas entre uno y en busca de otro. Ese ejercicio, es un diseño básico, para situaciones semejantes. Pero luego cuando uno ya está con norte y con todo a disposición, la relación individuo-individuo, pierde sentido por el cambio de contexto o situación. Nuevas tareas se presentan, y las relaciones tienen nuevas direcciones, necesarias. Y, ese transito de pensar qué, uno se enfrenta a dos estados del ser: ser para avanzar, o ser para ir contra todo. En síntesis, Camus o Sartre. Cada quien refiere contextos distintos, no opuestos. Pero el sol está jodido. No da ganas de salir a enfrentarse al calor al tedio de encontrar, en el sopor, una brisa un alivio. Así que vuelvo a lo anterior hasta el crepúsculo. Ya fin de la tarde, ya redención tiempo. La temperatura está fresca y la molestia externa me es ajena, entonces, sin nada adverso, retomo el sendero y enciendo todas las luces, apago el celular, cojió el decamerón, acomodo una almohada en el espaldar del mueble, y sin otro alimento termino el domingo que siempre es un instante.