domingo, 18 de junio de 2017

ACCIDENTE

                                                     By Carlos Orduña "la ventana de los recuerdos"

ACCIDENTE

Después del accidente nada ha sido igual, todos vienen, trayendo alguna lectura o información nueva de nosotros y el vecindario. Maritza y Ana vienen casi a diario para ayudarme. Sí, todos llegan, siempre, con algo de fatiga, la habitación está en el sexto piso, y el ascensor es demasiado viejo y descuidado, la mayoría opta por las escaleras para evitarse un susto demás. La mañana es muy bonita desde aquí, el sol entra por mi cabecera y la luz cae a mis pies. Felipe ha hecho todo lo posible en el hospital para que él me supervise;  viene cada que puede en el día y examina las contusiones y fracturas, le encarga a Maritza y a Ana que traigan caldito de pollo o alimento ligero, que traigan mates y otras infusiones, para ir paliando la ingesta excesiva de pastillas. Se comportan tan bien, nadie me ha dicho nada, me miran con la misma ternura con la que sólo se mira a un niño recién nacido.



Mamá viene temprano con la madeja de lana y los palillos de tejer, trae consigo la Biblia, objeto que nunca deja y siempre guarda en la cartera. Me acaricia la frente y pregunta como he amanecido, toma asiento al lado de la cama y empieza a tejer, y sin perder la concentración del movimiento con los palillos me mira y cuenta lo gracioso que ocurrió en el cable, en uno de esos programas de reality que a ella le agrada;  agrega al final: «Que ya en la televisión no hay creatividad para hacer programas, y qué programa gracioso sería si en casa de los Salinas pusieran una cámara todo el día,  ver a Eduardito el ateo, discutiendo con su papa, el laico, mientras se hacen los preparativos para la cena de navidad, o aquella otra situación, cuando están discutiendo con la hermana que le gusta participar en los concursos de belleza y siempre queda finalista, y él, no sé qué rollo les menta que al final se le escucha gritar, que si ustedes leyeran a Ciorán», todo en un solo tirón, lo palillos moviéndose y ella hablándome.


Maritza y Ana a eso del medio día le piden a mamá que vaya a casa y almuerce, que ellas se quedarán en la tarde. Ellas me comentan que no saben qué regarle a mamá por su cumple años, tal vez si le compraran una Biblia con la firma del cardenal la harían feliz, pero mejor si comprarle una chompa u otra cartera más espaciosa, me comentan, entonces Felipe que llegaba asiente que mejor sería una cartera y una chompa, junio está siendo un mes muy frío; también, asegura, sería bueno que como cae domingo la lleven a pasear por la campiña y almuercen por ahí. Felipe tenía entre manos un televisor con control remoto, diciendo que para este fin de semana, desde el viernes no esté aburrido, porque se rumoreaba que no ingresaría nadie, por la paralización y protesta de los trabajadores, después le dice a ellas, que empezaban a preocuparse, que estén calmadas, el hospital seguirá laborando a puerta cerrada. Ellas miran a Felipe con algo de incertidumbre, y al unísono ellas dijeron «¿y mamá?». Mamá ahora se no dejaba de angustiarse y, escuchar esa noticia la pondría en una innecesaria contrariedad, querrá venir a quedarse y su obstinación era imposible, sí sería así, hasta que Felipe dijo que lo tenía todo previsto, ya le había hablado a mamá que le sería improbable que él estuviera en casa para el cumpleaños de ella, que por los sucesos que vendrán él fin de semana él tendría que quedarse en el hospital para cuidar de mi, y ella había asentido con calma.

Había una enfermera por piso y no se daba abasto, la veía pasar de un lado a otro, siempre alerta a algún quejido. Felipe venía siempre ataviado y examinaba las heridas y moretones del cuerpo, inyectaba algo en el suero, luego comprobaba que estuviera cómodo y se marchaba dejando la puerta abierta. Tenía gran parte del cuerpo cubierto de vendas y tenía dos sondas, una para el suero, y otra para orinar. Temía la televisión encendida desde que empezaba a clarear el día, sí estaba ahí, y no siempre le prestaba atención, era para ponerse peor, pero no la apagaba para no estar en silencio, no verla me daba algo de calma, y hacía el zapping con el único miembro movible. Han pasado muchas horas y al ver las noticias me doy cuenta que mañana es el cumpleaños de mamá y no podré estar, ni darle un abrazo, mama nunca dejó al lado su amor, y a pesar de todo ella no ha tenido un gesto malo. Son casi la una de la tarde y la televisión no deja su aburrimiento, entra en la habitación Felipe medio sudado me examina agrega algo, siempre agrega algo al suero, supongo algún calmante o parecido, y se va. Al despertar sé que han pasado unas cuantas horas o menos, empiezo a sentir calor y se puede percibir que no corre aire, las ventanas están abiertas a medias, y la televisión no deja su aburrimiento, entonces no sé porqué la cama empieza a mecerse, y las paredes y progresivamente todo en la habitación se mueve, que mala gracia, un temblor, por así decirlo para minimizar la violencia del sismo, y mi cuarto en los quintos cielos. Todos gritan espantados, y recuerdo que mamá se pone nerviosa cuando hay temblores, y sólo espero que Maritza y Ana, más calmadas, estén a su lado. El movimiento no cesa, no puedo hacer nada, y espero, y se vuelve violento, las ventanas revientan dentro o afuera, una tras otra, sólo falta la mía. Después del accidente nada ha sido igual, ellos son tan tiernos, pero la adversidad no rehuye, ni deja cabos sueltos, y dentro de pocos días cumple años mamá.


Los extramuros para descarga libre

Los extramuros  es la revisión y compilación en un volumen los poemarios Primavera extramuros  y Órbita rota  con la finalidad de darle u...