sábado, 23 de septiembre de 2017

ENVÍO



ENVIO




Ahí. Detenido dentro de una caja inmensa de columnas y vidrios, tras una línea amarilla, frente a una ventanilla desocupada; empezaba febrero y ya no venían muchas personas, estuve solo esperando a que me atiendan, esperando que la lluvia dejara de caer, no había traído el paraguas. El día comenzó limpio y al igual que los meteorólogos creí que hoy, a diferencia de  días anteriores, el cielo estaría limpio de corrido. Afuera todos de prisa, por las veredas deseando no mojarse, inútilmente. Perseguidos y presas, sin sus perseguidores. La calle es fúnebre, en un cortejo sin destino. Nosotros vivimos así. No hay melodía que recree todo este engranaje de gente solitaria. Hay viento, cae mucha agua.

Este silencio me da miedo, no sé a qué me lleve, la miro y presiento que también me mira; no hay nadie en la ventanilla y estamos esperando a que nos atiendan para que sellen nuestros sobres y nos dejen enviarlos a sus respectivos destinos. Mi carta sólo llega a Tacna, y la de ella a Madrid; este silencio es agobiador y si no vienen dentro de poco grito, gritaré que ella me atrae demasiado para no tener que quedarme callado a su lado, a su detrás, delante mío como en tantas oportunidades, invadiéndome siempre con su aroma embriagador, despertando mis sentidos, agudizándolos, para que estén fijos en ella, atentos a cualquier cambio brusco, prestos a ser servicial cuantas veces lo desee, sin exigirle retribución alguna; me basta con ver los hoyuelos en sus mejillas, soy feliz, sin que se de cuenta. El correo es lo único que tenemos en común. Mis estampillas, gustoso, se las entrego si se le cae o estropea una, aunque no le haga falta. Estamos solos detenidos por la circunstancia, tensos de no saber qué hacer e inquietos de tanta espera, y no se acerca nadie para atendernos o comunicarnos el porqué de lo que ocurre; hay mucho silencio y resonancia.

No sé si se ha dado cuenta que la miro, camina de lado a lado, avanzando, retrocediendo, pensativa; su rostro va hacia todos partes buscando lugar dónde situarse y no voltea a mirarme; el reloj es su bastón en el que se apoya recurrentemente en este hastío. Trato de intuir qué es lo que piensa, pero no concuerdo con todas la teorías al respecto sobre ella, finjo incomodad externa y pronuncio con voz baja «A dónde se habrán ido todos», mirando los ambientes alrededor, me acerco a ventanilla y golpeo como quien toca una puerta, a sabiendas, deshabitada, esperando inútilmente que vengan para que nos atiendan. Nadie. Las probabilidades de hablarle y me tome el habla son escasas o muchas, sólo sé de ella que viene a depositar su carta para España, porque una vez la oí decirlo cuando la señorita encargada del sello le preguntó, y ella asintió sonriente con cierta nostalgia ubicua, luego deposita el sobre en el buzón y la sigo con la mirada hasta que se pierde, y la pierdo, cuando dobla en la calle siguiente hacia abajo. Qué le podría decir, cómo podría iniciar sin que le resulte fastidioso, yo la admiro y me cautiva su presencia, no me gustaría incomodarla y vetarme para siempre de alguna probabilidad después. Ella, a mi lado, revisa unas notas, las corrige con lapicero, las lee y trata de entretenerse en esa tarea pero desiste minutos después, guardando todo. Qué escribiría en los papeles que sacó; a quién le escribirá en España; se preguntará lo mismo sobre mí. Sabrá que es importante para un desconocido. Intuirá, que si ella no viene al correo a depositar su carta y su destino, el mío y mi carta ya no tienen razón aparente ya de venir y depositarla ahora. La resonancia es cada vez más definida, los pasos, las respiraciones, el aire que viene entrando por las puertas haciendo silbidos apagados, todo sonido gravita alrededor nuestro, limpio.

«Hola, ¿Vienes seguido?» dijo ella rompiendo el silencio habido en el local, «Sí ¿Y tu?» respondió sorprendido. Aún nadie había en la ventanilla. «Cada vez que vengo creo que te veo» agregó, «Sí, qué casualidad siempre que vengo y desde algún tiempo me he dado cuenta que también te veo aquí» dijo ella sonriente, «Algún familiar en especial» dijo ella «¿Algún Amigo?», «Sí, es para mi abuelita que la quiero mucho y siempre se pregunta de mí» «Y al menos trato que no se preocupe, enviándole cartas» respondió él sonriente, sin apuros y  consintiendo su mentira, para no tener que decir la verdad que impediría un contacto; al escuchar su respuesta sonrió tiernamente «Qué lindo detalle de tu parte, es muy bonito tu gesto hacia tu abuelita», «Sólo trato en lo posible de que no se preocupe por mí» dijo él, ambos miraban todos lados generando silencio. «Te has dado cuenta de cuánto tiempo estamos perdiendo, esperando a que nos atiendan» dijo ella viendo la hora en su reloj, «Ciertamente sí, no me había percatado» y observó también el suyo haciendo un gesto de sorpresa, luego agregó dudando «no sé si te parecerá bien, pero te invito a beber algo enfrente y regresamos, ya para entonces todo estará normalizado supongo, ¿Qué opinas?», ella dirigiendo la mirada hacia donde él indicaba, había una juguería de aspecto agradable, y notó que era concurrida, no le pareció mala la idea y viendo lo cortes que resultó él, aceptó con un gesto «Está bien pero un momento nada más porque tengo otras cosas pendientes que hacer», «Sí, claro, te entiendo, yo también tengo que hacer otras cosas en la tarde» confesó concluyendo «Entonces vamos» indicando con su cuerpo la salida y cediéndole el paso a ella. Ambos salieron con dirección hacia la juguería, cruzaron la calzada esquivando los vehículos detenidos por la luz del semáforo, y entraron al local, y aún no habían notado que tenían sus correspondencias cada quien en la mano hasta que se sentaron y les dieron las listas de jugos y platos del local. Sonrieron mutuamente de lo curioso que debió vérseles andando con su carta al cruzar la calle saliendo del correo, guardándolas, entonces.

Una señorita con un delantal de colores primaverales se acercó a su mesa para recoger sus pedidos, amablemente. Ella pidió un jugo de piña sin azúcar y él estuvo dudando qué pedir, todos los jugos le resultaban agradables, pero no tenía preferencia por alguno; miró a la señorita de los pedidos y le sugirió que le trajese un jugo como para sentir el ambiente fresco, cercano a mediodía, ella desorientada con la sugerencia, para salir de paso, le propuso traer un jugo de naranja y él complacido asintió. Estuvieron callados, mirando alrededor, cruzando miradas rápidas; tratando, él, sentir el aroma del ambiente, ella viendo (inquieta) el reloj de pared y preguntándose qué hacía ahí y si debió aceptar tal invitación, pensaba en Francisco y lo que él podría pensar de tal situación, más sabiendo, que el sujeto era un desconocido. El novio vivía en España por circunstancias laborales, pero regresaría a fin de año para casarse y viajar de regreso, como él le había planteado. Nerviosa dijo «Me casaré a fin de año», sorprendido por la forma repentina con que le confesó tal cosa como para empezar una plática, agregó «Felicidades, es una hermosa noticia», «Sí, pero aún no tenemos la fecha la fecha exacta, pero será siempre en diciembre, es un mes bonito» dijo ella contenta y preguntó «¿Tú tienes novia?», «No, no la he encontrado aún, pero no creo mucho en el matrimonio. Más creo en la unión que hayan dos cuerpos cuando se encuentran de repente y se conocen, y no buscan enlazarse por medio de instituciones complicadas de inmediato, sino que desarrollan nexos que los hacen sentir uno e indispensables para sobrevivir» dijo él mirándola como siempre la había mirado sin que ella se diera cuenta en el correo, pero esta vez la vio de frente, «Yo me siento así con él, y aunque esté al otro lado, en España, nos amamos intensamente, él se llama Francisco, y me llama los domingos para decirme cosas bellas y dulces y, que no falta mucho para que venga» dijo ella como suspirando, «Es lindo como lo dices, y me haces creer en el matrimonio, y en el sexo por teléfono, algo nada usual, me alegro por ti, y envidio de manera alguna a tu novio Francisco» la contemplaba sin prestar atención a sus propias palabras, ella quedó desconcertada por algunas cosas que decía pero le pareció gracioso como lo decía. «Antes tuve una enamorada a la que amé, y le propuse matrimonio pensando que era lo correcto, entonces en mi trabajo iba bien, ahora sigo bien pero no como antes, ella me dijo no, porque no estaba segura de lo que sucedería después, yo le dije que no perdíamos nada, pero ella reparó en decirme mil cosas y que en el caso que todo fuera mal, el divorcio o mejor dicho la divorciada no era bien vista, y que no soportaría semejante peso encima y que no estaba segura, que no me conocía bien y que no teníamos suficiente tiempo de enamorados,  y que no y no, entonces no me quedó que terminar», «Pero porqué terminaste, y no le diste tiempo o se daban tiempo para conocerse mejor, así luego todo seguiría su curso normal» dijo ella, «No lo pensé entonces, lo único que tenía en mente era seguir amándola, y su respuesta me hizo pensar en tantas cosas y me hizo suponer en cómo era ella en un quizás fatal, terminé y no la he querido ver» había resultado muy convincente, su mentira lo afligió e hizo contraer su rostro al terminar. La señorita trajo las bebidas en una charola, sin interrumpir la conversación. Ambos agarraron sus vasos y bebieron un buen sorbo.

Una sonrisa suya llenaba un estanque y desenlodazaba pantanos. Absolutamente cautivadora. Bella... bella. No quiero dar crédito a palabras que puedan destruir una ilusión. ¡Qué no es impropio!, porqué tengo que marginar una realidad por otra. No soy traidor. No soy débil. Es otra realidad, totalmente distinta completamente nueva, ni superior o inferior, es sólo nueva. Me encanta... me siento mal por sólo creer otra cosa. Es abominable el suponer, el flagelo esta presente en todo. «Señor, señor, sigue usted…», solo después de esas palabras miré alrededor, llovía, todo seguía gris, y estaba solo como desde un principio.


                                                                                                                           

                                                                                                                 marzo, 2006


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