LADO B
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Agustín se miró las manos, luego de firmar el acta de defunción. El anillo de matrimonio no lo llevaba y se tocó el anular quebrándose a llorar. Los pasadizos del hospital eran largos, y en el tránsito para salir pensó que no tenía nada qué hacer, desde ese momento no tenía a nadie qué decir, pensó, y se evitó recordar esos momentos para no volver a llorar.
Al llegar a casa fue tumbarse a la cama dejando al olvido el teléfono móvil, el teléfono fijo y la puerta. Faltaba bastante para anochecer y la cólera contenida no le permitía dormir, tendido e inmutable dejó la mirada perdida en el techo. El recuerdo es algo impertinente en el ser humano y cuando nos sorprende es todo un suceso extraordinario; esos momentos revividos se convierten en lágrimas.
«¿Qué es la muerte?» Se preguntó, entonces la pregunta lo consternó más aún, al no tener idea, entonces comprendió que no quería saber qué cosa era. Pero sabía que había una diferencia con un antes y un después, y en intersticio se encontraba él sin rumbo.
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Agustín se miró las manos, luego de firmar el acta de defunción. El anillo de matrimonio no lo llevaba y se tocó el anular quebrándose a llorar. Los pasadizos del hospital eran largos, y en el tránsito para salir pensó que no tenía nada qué hacer, desde ese momento no tenía a nadie qué decir, pensó, y se evitó recordar esos momentos para no volver a llorar.
Al llegar a casa fue tumbarse a la cama dejando al olvido el teléfono móvil, el teléfono fijo y la puerta. Faltaba bastante para anochecer y la cólera contenida no le permitía dormir, tendido e inmutable dejó la mirada perdida en el techo. El recuerdo es algo impertinente en el ser humano y cuando nos sorprende es todo un suceso extraordinario; esos momentos revividos se convierten en lágrimas.
«¿Qué es la muerte?» Se preguntó, entonces la pregunta lo consternó más aún, al no tener idea, entonces comprendió que no quería saber qué cosa era. Pero sabía que había una diferencia con un antes y un después, y en intersticio se encontraba él sin rumbo.