CINCO
Amanece. Aparece el sol como un
ente extraño, deslumbrador. La humedad pierde consistencia y la vida vuelve retornar
como un día primaveral. Se puede apreciar el contraste de luz por las calles,
el ruido de los autos transitar sin un orden, todo vuelve así mismo. Frío o
calor, la mezcla simultanea no cesa, los árboles y las flores se entregan a la
luz como extasiados, se respira calma el día de hoy.
En un día así, no todos pueden
mimetizarse tan bien. No siempre ocurre de la misma forma los simples sucesos, y
lo cierto es, cuando ocurren en sus propias formas, esencialmente es lo mismo. Como
desquiciado corre y, así empieza por el horizonte de una loma y va directamente
a adentrarse a las calles, respira el ruido de los claxon, frenéticos, y el
conjunto como desbocado empieza también su marcha tempestuosa. Esquiva y tanto
puede avanzar lo hace, el cortejo lo aprisiona y lo detiene en su loca forma de
ir. No puede alzar vuelo más de lo que la gravedad permite en un brinco. Nadie
se percata de si existe; por las veredas caminan las mujeres contemplando sus
propios intereses, un escaparate con la ropa del adelanto de temporada, y mientras, van sujetando al perro que va delante, frenado en su andar por la correa; como un mundo irreal nadie,
conversa, están reunidos en grupos, pero aislados, tanto hombres como mujeres.
Avanza por izquierdas y derechas, sube y baja escaleras, es para adelante sobre
todos los objetos, arremetiendo contra aquello que era un todo, un caos, y
urbanidad, y va como atropellando. Y si comenzó así buscará terminar
igualmente. Nace el arcoíris. Algunas ventanas de los edificios más altos
pueden reflejarlo.
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