domingo, 2 de mayo de 2021

LA CIENCIA - ENSAYO

La ciencia

Por Augusto Aníbal Toledo Céspedes

       Cuando empecé a cursar los últimos semestres académicos en la universidad caí en la cuenta de que tenía que investigar para salir. Entonces, todo fue un torbellino de ideas, mi formación hasta ahí apasionada de literatura y muy poco de textos de sobre aspectos del lenguaje trataban de amalgamarse para armar un proyecto de tesis como quien corta naranjas y limones y los exprime. Buscaba preguntas y problemas como si fuera un explorador en el campo y levantaba piedras y rasgaba la tierra, claro, solo y sin guía. ¿Qué era lo que buscaba? ¿Qué quería hacer? Era un cuestionamiento válido porque no tenía idea. 
       Había leído a Wittgenstein y por él también leí a Russell y así a otros autores hombres de ciencia que entre ellos se guiaron y nutrieron para formular ideas propias. Wittgenstein fue alumno de Russell y fue él quien lo acogió y valoró sus incertidumbres que luego dieron frutos como el Tractatus logicus philosoficus y es gracias a Wittegenstein que la filosofía del lenguaje tiene un giro y la lingüística también se nutre, al parecer hay una especie de relevo. Entonces, las ideas del pensamiento individual se fortalecen y amplían su campo de observación. Un caso algo extremo por ejemplo pero no alejado de esa época fue cuando el indú Srinivasa Ramanujan fue a Cambridge al Trinity College para formalizar sus resoluciones matemáticas, porque extensos y sofisticados desarrollos matemáticos venidos según él de los sueños u otorgados por las deidades no tenían una estructura formal para ser legibles, y fue gracias G.H. Hardy que pudo comprender que cualquier idea o resolución necesitan una estructura para desarrollarse y así entenderse. En ambos casos se muestra que la imaginación como tal impresiona como lo haría un destello pero guarda un hermetismo propio que no deja verse o decodificarse. Todo necesita una estructura o procedimiento. La legibilidad de la imaginación depende de cómo planteemos la totalidad de esta. Resultan impresionante los casos semejantes en el ámbito de la ciencia que está fuera de nuestras fronteras. Yo tenía un garabato el pensamiento y no tuve la guía pertinente que modulara e hiciera inteligible, era un muchacho como cualquiera que cursaba estudios superiores casi como quien cursa la secundaria. Parecía una extensión, hecho absurdo, pero real. Uno llega al final de la carrera sin la preparación para recibir o entregar la posta. Muchos de mis compañeros giraban en círculos por la presión de qué investigar y luego cómo, luego más calmados optaron por los temas de moda. Otros optaron en tropel por el curso de titulación. Pero en mi caso realicé mi proyecto que en primera instancia fue rechazado y tuve que reestructurar todo. 
       A falta de deslumbramiento en el aula opté por buscar ello en la biblioteca, no puedes cosechar si no siembras; es difícil habituarse y agarrar gusto, leer cuesta, más si no hay ilustraciones. Tenía una situación privilegiada porque mi facultad tenía una biblioteca grande, y no solo estaba ese edificio sino también tenía la biblioteca especializada con una reducida cantidad de libros elementales. Leer un autor y saber más de él te lleva a otro. La conexión es interminable. La acumulación de información deslumbra pero no llega a buen puerto si no se usa o pone a prueba. ¿Cómo haces ejercicios de algo que no sabes cómo utilizar? Esta idea de conocimiento de la ciencia no es inherente al conocimiento en sí mismo, es necesario la guía para avanzar por etapas. Desglosar, simplificar y probar. Quizá la ausencia de una cultura de espíritu científico es que asumimos que memorizar permite avanzar hacia algo. La ciencia ha sido tan poco valorada que nos hemos ido alejando de ella porque no era necesario. De ahí que generalmente se haya instaurado en la mayoría de centros superiores que los cursos de investigación se den en el último año de carrera. Algo parecido a un salvoconducto. Pero que no ayuda o alimenta el espíritu científico mencionado. 
       La idea de progreso técnico está relacionada al progreso científico, al menos concebimos una idea parecida con el verso de Machado «se hace camino al andar» y así vamos haciendo oficio de todo lo que nos interese. Pero ello, este interés, no necesariamente es natural. La naturalidad está en el cuestionamiento y lo ajeno está en el procedimiento en los múltiples métodos que tienen la investigación para estudiar el mundo natural y así poder recopilar datos e investigar teorías que respalden nuestras interrogantes, pero necesariamente para avanzar en ese proceso la participación de un guía es fundamental. ¿Por qué resulta ajeno si estamos acostumbrados a buscar información y a seguir procesos así tal cual se hace por el teléfono celular sin necesidad de información de cómo hacerlo? Quizá porque tenemos una predisposición a un miedo fantasmal al empleo del método. Algo que se disipará gradualmente con adquisición de conocimientos y guía. Porque este miedo resulta un veto que bloquea en principio nuestra imaginación algo que Einstein remarcó como algo elemental para todo, «La imaginación es más importante que el conocimiento». Y si perdemos ello no hay ímpetu que progrese solo con cuestionamientos.
       Entonces queda señalar que para generar una cultura científica es necesario revertir esta mala práctica de enseñar investigación en sus últimos años, de igual modo cambiar el poco estímulo y estratificar los métodos científicos en toda la maya curricular para que se logre el objetivo de que el estudiante domine herramientas y términos, de esta manera los conocimientos que vaya acumulando puedan ser productivos a corto plazo y que al finalizar su carrera se espere de él un trabajo legible.








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